jueves, 28 de mayo de 2009

Las grutas de Corro

Al sur de Corro, y en dirección a Pinedo, se elevan entre el espeso bosque los riscos de Solapeña, unas cuevas que sirvieron de templo, de vivienda y de lugar de enterramientos.
En los primeros siglos de la Edad Media se produjo en la Península Ibérica una fuerte corriente de ascetismo. En líneas generales, los partidarios de este modo de vida se oponen aal lujo y a la opulencia de la Iglesia del momento. El eremita buscaba la perfección cristiana mediante el retiro físico y espiritual, habitando en lugares recónditos y, en muchos de los casos, de difícil acceso. Estas gentes excavaron sus moradas en la peña, de ahí que se las conozca como "cuevas artificiales". En muchas ocasiones se convierten en templos y necrópolis, encontrándose en su interior tumbas antropomorfas labradas en la roca.
Cronológicamente, los enterramientos de Corro pertenecían a una primera fase, hacia el siglo VII. En una segunda, a partir del IX, las cuevas pasarían a convertirse en ermitas.

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