domingo, 9 de marzo de 2008

Jentiles y lamias llenan las cuevas de Baltzola


Leyendas de jentiles y lamias llenan de vida a las cuevas de Baltzola, morada, según la tradición, de Mikelatz –hijo de la Dama de Anboto- y de la serpiente macho Sugoi, marido de Mari. Sin embargo, el paseo por estas cuevas también destaca por un gran espacio natural que destaca por su magnitud.
Desde la ermita de San Francisco se cruza el río Indusi, para dirigirse al barrio de Zamakola, donde su conjunto arquitectónico rural y molino merecen la pena una visita.
Antes de llegar al barrio, una señal indica que se debe cruzar el puente que asciende al caserío de Gibiltar. El camino pasa por la derecha del caserío y baja al río para cruzar de orilla. El excursionista se encuentra, entonces, con un arco puente de piedra llamado Jentilzubi. Las leyendas dicen que los jentiles lo construyeron para poder cruzar del abrigo de Axlor.
La pista continúa bajo el arco pétreo acercándose a la boca de la cueva que se ve bajo la peña. Un paso algo resbaladizo y donde hay que extremar las precauciones con los niños, conduce a las fauces de las cuevas.
Junto a las bocas superiores se abre un pinar que se prolonga por el estrecho valle, monte arriba, y por el cual discurre una pequeña senda. Siguiendo ésta se llega al túnel de Abaro. Consiste en una galería de unos 70 m. de longitud, 25 de anchura y 15 de altura, por cuyo interior discurre un río en las épocas de grandes avenidas.Se trata de un buen lugar para contar cuentos de viejas y leyendas antiguas, de las que consiguen atrapar la atención de los pequeños montañeros.