jueves, 1 de mayo de 2008

Donostia, una ciudad con sabor y encanto

Donostia es una ciudad hermosa hasta el munto de encandilar a todo aquel que se decide a pasear entre sus calles, a tomar el sol en sus playas... y sobre todo a gozar de sus espectaculares festivales y de sus no menos apetitosos pintxos. Sus interesantes centros museísticos y una incesante vida cultural dan sabio empaque a la oferta turística de la Bella Easo.
Un gran paseo marítimo de más de siete kilómetros recorre toda la costa donostiarra, a la que se asoman señoriales edificios levantados frente a la línea costera. El remate a este itinerario lo pone el conjunto escultórico conocido como Peine del Viento, de Eduardo Chillida. El Boulevard ejerce de eje entre la Parte Vieja y el Ensanche de esta ciudad refinada y cosmopolita.
Los jardines de Alderdi Eder frente al Ayuntamiento son, junto al palacio de Aiete y el parque de Cristina-Enea, los pulmones verdes de esta encantadora urbe bañada por el mar.
En el barrio de El Antiguo, al fondo del paseo de Ondarreta se llega a la estación del veterano funicular que sube al monte Igeldo, mirador singular para divisar la ciudad y disfrutar del aire retro de su parque de atracciones.
La Parte Vieja atesora el corazón de la capital guipuzcoana en una sucesión de comercios, bares y restaurantes en los que es ciertamente difícil resistirse al placer del txikiteo y de los pintxos. Edificios de interés en esta zona son la iglesia gótica de San Vicente, el museo de San Telmo y la basílica de Santa María del Coro. Despiertan curiosidad el animado mercado de La Bretxa y la porticada plaza de la Constitución.
El olor a mar en el pintoresco puerto, con sus barcos y casas de pescadores, como recuerdo del ayer, contrsta con la cara más vanguardista de la ciudad.