jueves, 12 de junio de 2008

Pasajeros al tren

Azpeitia ofrece una de las pocas oportunidades de viajar al ritmo cansino y ruidoso de una chocolatera que ha cumplido un siglo, o de una máquina diésel que ya trajinaba en Portugal hace cincuenta años.
El museo del ferrocarril de Azpeitia -la entrada cuesta 2,5 euros- es una mirada al pasado que sirve, además, para lamentar aquella época en la que se consideró que el tren era una antigualla y que, en aras de la modernidad, mejor sería desmantelar vías, líneas, cocheras... hasta que nos hemos dado cuenta del error.
Hasta el 2 de noviembre, todos los fines de semana, y de martes a domingos durante julio y agosto, el museo pone a disposición del viajero trayectos entre la estación y el pequeño apeadero de Lasao, cerca de la muga con Zestoa.
Es muy corto y el usuario se queda con ganas de continuar, ya que el tramo hasta Zumaia es el más hermoso, pues sigue en paralelo al Urola, pasa junto al balneario y llega a la localidad costera.
Las viejas cocheras de Azpeitia albergan una buena colección de locomotoras, salvadas en muchos casos de la herrumbre y la desaparición por las diferentes asociaciones de amigos del ferrocarril y reparadas con tanto mimo que parecen dispuestas a prestar un último servicio.