lunes, 29 de marzo de 2010

Senda de romeros por la Rioja Alavesa

En tiempos medievales, el camino de Santiago no discurría por su actual recorrido, sino más al norte, protegido de las posibles aceifas o razzias de los hispanomusulmanes de más allá del Ebro. Es por ello que, desde Pamplona, los peregrinos pasaban por Viana y Oion, llegaban a Assa, cruzando el Ebro por su custodiado puente, para alcanzar Laguardia y proseguir hacia Santo Domingo de la Calzada
Nuestro camino es, pues, una vieja senda de romeros que comienza en la plaza mayor de Oion. Desde ella se ve la conocidísima torre barroca de su iglesia de Santa María, llamada el Giraldón por la veleta que la corona. En la plaza, un reloj de sol nos recuerda la fugacidad de la vida: «Ferunt omnes, última necat», dice en latín, que en lengua romance quiere decir que todas hieren, pero la última mata. De frente a la plaza sale la carretera que lleva a Laserna, hacia la que nos dirigimos.
Pronto, en una bifurcación, encontramos un panel indicador de la GR (Gran Ruta) 38, por la que vamos a caminar. Tomamos a la derecha por una zona de talleres y fábricas, que finalmente se convierte en una pista parcelaria perfectamente señalizada como GR con marcas rojas y blancas. Aunque son numerosas las bifurcaciones, caminaremos siempre de frente entre campos de cereal, olivares, viñedos y almendros ya en flor. Los olivares encuentran aquí, en La Rioja, su frontera norte en la Península Ibérica; en esta zona han sufrido un abandono en los últimos años, en beneficio del viñedo. Originario del Asia occidental, el olivo fue domesticado a partir de los acebuches hace milenios. Este árbol fue para los griegos signo de inmortalidad, por su longevidad, y también de la prosperidad, por su color siempre verde, dado que es perennifolio.
Los colores ocres y pardos dominan en el paisaje de tierras bien labradas sobre estratos de areniscas, limolitas y arcillas. En las zonas no cultivadas, llamadas aquí yecos o eriales, es donde encontramos restos de la vegetación original de encinares y coscojares. En esos yecos de matorral mediterráneo encontramos enebros de la miera, romeros en flor, escambrones de afiladas espinas, aromáticos espliegos, salutíferos tomillos, jaras, aulagas y lastones. Éstos sirven de alimento a las aves esteparias, como las cogojudas y las alondras, cuyo melodioso canto dura a veces varios minutos.
A una hora de marcha, aproximadamente, cruzamos el arroyo Fuensalada, de ribazos cubiertos de carrizas. Poco después, dejamos a la derecha una caseta nueva, al borde del camino. Bajamos hacia la Llana, donde encontramos, a la derecha, unas arruinadas parideras, y a la izquierda, el camino que lleva a Laserna, señalizado como PR86. Unas grandes encinas sombrean el camino.
Poco después, llegamos a una gravera que explota los cantos rodados dejados por el río en esta terraza aluvial. Atravesamos la carretera para seguir por camino asfaltado hasta Laserna, pueblo ubicado entre el Cerro de la Mesa ­donde encontramos el mejor coscojar del País Vasco­ y el meandro del Ebro, que esconde un gran tesoro: el puente romano de Mantible, del siglo II después de Cristo. Sólo se conservan dos de los siete arcos de que constaba. Bordeando el Ebro llegamos a Assa, para volver a Oion por la misma GR38.

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