Cantoblanco, 'Centenario' alavés, se eleva entre Salinas de Añana y Basquiñuelas, un pueblo refugiado en un vallejo boscoso, en la divisoria de las cuencas de los ríos Omecillo y Bayas, una aldea minúscula, que ya aparece documentada en el Voto de la Reja de San Millán (año 1025). Una pista sale detrás de la iglesia (izq.). Al principio llanea, con el arroyo a la izquierda, aunque pronto comienza a subir. Campos de cereal -trigo y cebada- nos acompañan en este tramo, hasta que llegamos al depósito de agua. Las antenas que coronan la cima de Cantoblanco se divisan a nuestra derecha. Los pinos llegan casi hasta ellas.
Poco más arriba está el alto, donde sobresale una válvula del gaseoducto. Otra pista (derecha), de tierra y maltratada por los tractores, remonta la cuesta. Lleva al borde de una vaguada, ahora trigal, por donde iba el camino. Bordeamos por el lindero superior y entramos en un pinar. Reaparece el antiguo sendero, estrecho pero bien marcado, que nos lleva hasta una pista que sube de la carretera. El camino es empinado, de cantos rodados sueltos y molestos. Permite ganar metros con rapidez. Supera una cancela y entre pinos y alguna encina llega a un rellano. Hay una charca -seca en verano- junto a la que pastan caballos y vacas. Cantoblanco destaca a la derecha.
El terreno se abre y la pista nos acerca al borde de la sierra. Con Artaza abajo, a la izquierda, seguimos el camino, en realidad un cortafuegos, hasta la cima del Pinachos. No hay buzón. Ya por terreno abierto y pedregoso salpicado de pinos descendemos a un collado. Un pequeño esfuerzo y pisamos Cantoblanco. Vértice geodésico, antenas y buzones. Uno roñado y antiguo, casi una reliquia. Otro más moderno del Iberduero. Amplio panorama que abarca las sierras de Arkamo, Badaia, Arcena, Valderejo, Obarenes...
Para volver a Basquiñuelas, abajo, escondido entre pinos, seguimos la loma. Tras pasar por una tercera cota, Lagunos, también sin buzón, iniciamos un largo descenso hasta el collado por donde cruza el camino de Escota. Una portilla y nos adentramos (derecha) en el pinar. La pista pierde metros con rapidez y llega a un rellano en el fondo del barranco. Nueva cancela que da paso a otra pista. Subimos por ella (derecha) hasta enlazar con la ruta de subida y volver al pueblo, donde está la única fuente de la marcha.
Poco más arriba está el alto, donde sobresale una válvula del gaseoducto. Otra pista (derecha), de tierra y maltratada por los tractores, remonta la cuesta. Lleva al borde de una vaguada, ahora trigal, por donde iba el camino. Bordeamos por el lindero superior y entramos en un pinar. Reaparece el antiguo sendero, estrecho pero bien marcado, que nos lleva hasta una pista que sube de la carretera. El camino es empinado, de cantos rodados sueltos y molestos. Permite ganar metros con rapidez. Supera una cancela y entre pinos y alguna encina llega a un rellano. Hay una charca -seca en verano- junto a la que pastan caballos y vacas. Cantoblanco destaca a la derecha.
El terreno se abre y la pista nos acerca al borde de la sierra. Con Artaza abajo, a la izquierda, seguimos el camino, en realidad un cortafuegos, hasta la cima del Pinachos. No hay buzón. Ya por terreno abierto y pedregoso salpicado de pinos descendemos a un collado. Un pequeño esfuerzo y pisamos Cantoblanco. Vértice geodésico, antenas y buzones. Uno roñado y antiguo, casi una reliquia. Otro más moderno del Iberduero. Amplio panorama que abarca las sierras de Arkamo, Badaia, Arcena, Valderejo, Obarenes...
Para volver a Basquiñuelas, abajo, escondido entre pinos, seguimos la loma. Tras pasar por una tercera cota, Lagunos, también sin buzón, iniciamos un largo descenso hasta el collado por donde cruza el camino de Escota. Una portilla y nos adentramos (derecha) en el pinar. La pista pierde metros con rapidez y llega a un rellano en el fondo del barranco. Nueva cancela que da paso a otra pista. Subimos por ella (derecha) hasta enlazar con la ruta de subida y volver al pueblo, donde está la única fuente de la marcha.
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