viernes, 8 de febrero de 2008

Garai, a la sombra de la encina de Etxeita


Recostado en las faldas del monte Oiz, desde cuyas laderas se domina toda la antigua Merindad de Durango, el municipio de Garai se encuentra en una estratégica situación geográfica. Desde tiempo inmemorial, este privilegiado lugar ha estado poblado, como prueban los vestigios de la Edad de Hierro del Castro de Tromoitio y la necrópolis medieval de Momotio. Garai cuenta además con un gran número de caseríos de gran interés y belleza.
El recorrido comienza en los aparcamientos del casco urbano de Garai, desde donde se puede observar la totalidad de los montes del Duranguesado. El núcleo del pueblo está conformado por una veintena de casas de piedra. En este pequeño espacio se sitúan dos parroquias independientes, la de San Juan Evangelista, junto al frontón, y la de San Miguel Arcángel, ambas de estilo renacentista. Frente al mirador se puede contemplar el Caserío-Palacio Garatikua.
Continuando por la carretera, se llega a la Ermita de Santa Catalina, reedificada en 1773 sobre una construcción anterior, que posee el típico enrejado de madera de los humilladeros de la comarca. Desde el cruce de Santa Catalina existen tres posibilidades: tomando el camino a la derecha se sube para visitar el Castro de Tromoitio, restos de un recinto fortificado fechado en la segunda mitad del primer milenio a.C. del que aún se puede apreciar parte de los muros defensivos.
Volviendo al cruce y tomando el desvío a la izquierda se llega a la Necrópolis de San Juan de Momoitio. En esta ermita del s. XII, rodeada de robles, fue excavada una importante necrópolis medieval, que constituye uno de los primeros testimonios de la llegada del cristianismo a la comarca.Otra posibilidad consiste en continuar desde la ermita unos metros en dirección Goiuria y tomar una pequeña carretera que desciende a la izquierda. Este recorrido conduce hasta el caserío Etxeita, que cuenta con hórreo y arnaga, construcciones muy comunes en la zona. Desde la fachada occidental de este caserío en dirección oeste, se puede apreciar la Encina de Etxeita, que se encuentra en la ladera, a poco más de 100 metros. La poda periódica de sus ramas a lo largo de varias generaciones, con el fin de conseguir alimento para el ganado, ha ido modelándola hasta adquirir su actual anchura y simetría. Bajo la amplia sombra de su copa se dice que ha llegado a cobijarse un rebaño de 360 ovejas. Desde 1995 este ejemplar está especialmente protegido, bajo la figura de Árbol Singular.