martes, 12 de febrero de 2008

Infernuko errota, el encanto de los lugares perdidos


Entre los barrios de Orabidea, Baztan, y de Tximista, Etxalar, discurre un arroyo conocido como Infernuko erreka. Una senda conduce por medio del boscoso desfiladero hasta un pequeño molino, donde molturaban antaño el maíz los vecinos de la zona.
Infernuko erreka tiene el encanto de los lugares "perdidos" en medio del bosque. Para llegar hasta allí, hay que tomar la carretera de Orabidea, que asciende por las canteras situadas entre Mugaire y Arraioz -también se puede ir desde Elizondo por la carretera de Bagordi-, y continuar por una zona de caseríos dispersos, hasta llegar a Irigoiengo borda, desde donde parte el camino que lleva hasta el Infernuko errota.
Infernuko erreka nace en el noroeste de Baztan, cerca del límite de éste con el señorío de Bertiz, y se junta con el río Tximista en término de Etxalar, para desembocar luego en el Bidasoa. En las partes más altas de este desfiladero existen todavía varios caseríos dispersos, pertenecientes a Lekaroz, Arraioz, Arizkun y a Etxalar.
Antiguamente, se bajaba a este estrecho valle a pastar con el ganado. También venían las gentes a hacer carbón, a sacar madera para construir sus casas, y a moler maíz en el Infernuko errota.
Aunque se desconoce su origen, es posible que este molino existiera ya en el siglo XVII para rehacerse con posterioridad con piedra y madera, y estar en funcionamiento hasta que lo quemaron los franceses, a principios del siglo XIX.
En el Infernuko errota se molturaba sobre todo maíz. Con la harina se preparaba luego la comida de los cerdos, y se hacían en casa los populares talos, fundamentales en la dieta de los caseríos.
Durante la posguerra, cuando la actividad de los molinos estaba controlada por el estado, el molino del Infierno registró una especial actividad, ya que lo oculto e inaccesible del terreno facilitaba el estraperlo.
Aunque ya no muele el maíz, salvo en ocasiones muy contadas, el Infernuko errota vuelve a ser hoy el rincón más concurrido de la regata. En el recorrido (aproximadamente una hora y media), el paseante atraviesa el típico bosque atlántico (hayas, robles, castaños, etc.) por una senda paralela a la regata. Esta última, rodeada de alisos y de helechos, recibe en su trayecto el agua de pequeños arroyos, como Burruarte y Domikus, que van engrosando el caudal principal hasta llegar al molino. A partir de aquí, se abre un canal que lleva el agua hasta la central hidroeléctrica de Etxalar.