
En esta zona, el camino deja paso a un marcado sendero, señalizado con cairns y marcas de pintura, que remonta diagonalmente la pronunciada ladera. Desde las alturas vigila el ojo de Ungino, un arco natural que atraviesa los potentes estratos de la sierra de manera espectacular.
La pendiente se acentúa a medida que se acerca uno al escarpe hasta alcanzar el portillo de Atatxa. Por la derecha, una senda camina junto al abismo y lleva directamente hasta la cumbre.
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