La cueva de Venta Laperra se abre a media altura de la escarpada ladera septentrional del Pico Mirón, del valle por cuyo fondo discurre el río Carranza.
Las representaciones de la cueva de Venta Laperra fueron descubiertas en 1904 por Lorenzo Sierra. Pese a ser una gruta situada en territorio vizcaíno, el límite con Cantabria se halla tan cerca que en múltiples ocasiones ha dado lugar a equívocos de su posición exacta.
De hecho, en el primer estudio de esta cavidad, se incluyó en lo que entonces era la provincia de Santander.
La cueva de Venta Laperra fue ocupada durante el Paleolítico Medio (cultura musteriense, entre 95.000 y 35.000 a.C. aprox.) y en los comienzos del Paleolítico Superior (cultura auriñaciense, entre 25.000 y 20.000 a.C. aprox.) por bandas de cazadores- recolectores, que explotaron los recursos naturales de la zona: pedernal, vegetales y caza, sobre todo de cabra y sarrio.
Tras un largo periodo de desocupación, fue utilizada como lugar de enterramiento por grupos de pastores (cultura calcolítica, entre 3.000 y 1.800 a. C. aprox.), que construyeron también los dólmenes de Carranza.
Fue en los comienzos del Paleolítico Superior, en torno a 25.000 a. C. aprox. a juzgar por la técnica empleada, la cultura de la ocupación y las fechas obtenidas por luminiscencia, cuando fueron grabadas las figuras.
Con ellas, el lugar laico de habitación quedó convertido también en santuario, si suponemos, que tuvieran una función simbólica y no sólo decorativa.
Las representaciones de la cueva de Venta Laperra fueron descubiertas en 1904 por Lorenzo Sierra. Pese a ser una gruta situada en territorio vizcaíno, el límite con Cantabria se halla tan cerca que en múltiples ocasiones ha dado lugar a equívocos de su posición exacta.
De hecho, en el primer estudio de esta cavidad, se incluyó en lo que entonces era la provincia de Santander.
La cueva de Venta Laperra fue ocupada durante el Paleolítico Medio (cultura musteriense, entre 95.000 y 35.000 a.C. aprox.) y en los comienzos del Paleolítico Superior (cultura auriñaciense, entre 25.000 y 20.000 a.C. aprox.) por bandas de cazadores- recolectores, que explotaron los recursos naturales de la zona: pedernal, vegetales y caza, sobre todo de cabra y sarrio.
Tras un largo periodo de desocupación, fue utilizada como lugar de enterramiento por grupos de pastores (cultura calcolítica, entre 3.000 y 1.800 a. C. aprox.), que construyeron también los dólmenes de Carranza.
Fue en los comienzos del Paleolítico Superior, en torno a 25.000 a. C. aprox. a juzgar por la técnica empleada, la cultura de la ocupación y las fechas obtenidas por luminiscencia, cuando fueron grabadas las figuras.
Con ellas, el lugar laico de habitación quedó convertido también en santuario, si suponemos, que tuvieran una función simbólica y no sólo decorativa.
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