domingo, 31 de octubre de 2010

Paseo por el encinar de Sopeña

El bosque de Sopeña es una rareza singular superviviente de un clima antaño más templado, gracias a la permanencia en las laderas de Armañón de un microclima mediterráneo y templado.
El topónimo de Sopeña define con claridad la ubicación de este pequeño bosque, abrigado bajo los peñascos calizos de la Fuentefría y el Armañón, al socaire de los vientos del Norte que llegan de un mar muy próximo cargados de humedad y frío y protegido de ellos en una resguardada solana mirando al sur. Así han crecido allí añejas encinas que se han conservado gracias a una actividad humana respetuosa con el bosque y que ha aportado siempre el valor de la actividad ganadera que transformó el espacio del sotobosque en dehesa.
Para descubrir esta singularidad es posible caminar en el interior del bosque, mejor si lo hacemos sigilosamente porque así en su umbría podremos acaso toparnos con los corzos que lo habitan y quizás también con el halcón intentando cazar entre sus árboles.
El camino se aborda desde los caseríos de la aldea de Paules. Una pista de hormogón prosigue el trazado de la ruta que llega al barrio desde Biañez bordeando el parque de El Karpin. Siguiendo esta pista mientras se dominan praderas y panoramas sobre el valle cruzaremos un bosque de pinos sobre algunos campos hasta que la pista vence la pendiente. El pavimento se acaba y el piso es en delante de tierra cuando caminamos junto a pastizales. La pista recorre enseguida el borde inferior del encinar.
Penetrar en el bosque no es fácil porque su interior es abrupto y de vegetación cerrada pero discurriendo por esta pista que lo circunda encontraremos pronto un camino forestal que se adentra hacia el norte. A sus pies, un rústico rótulo de madera advierte que estamos en el acceso al encinar de Sopeña.
El camino asciende junto a praderas salpicadas de vetustas encinas pero pronto la pendiente se transforma y la pista gira al Oeste transitando por el interior del encinar y atravesando algunos claros en el bosque. Sobre el horizonte de la vegetación despunta el singular roquedo de la Fuenfría.
A través del encinar de Sopeña, arrojando su cauce desde una angostura tallada en las peñas baja en busca del valle el arroyo de Maya que sólo es aparente en días de lluvia intensa.
Si se continúa atravesando el bosque se llegará a un cerrado escenario donde la pista se transforma en un sendero que conduce entre árboles retorcidos y centenarios y peñascos calizos forrados de musgo. La senda zigzaguea después bajo la vegetación discurriendo por un terreno salvaje y se aproxima mucho a las murallas de caliza que protegen el bosque. El camino termina por salir de él cuando éste se acaba, y entonces una senda destrepa la última ladera en los rebordes del arroyo de Maya alcanzando de nuevo la pista forestal que nos permitirá regresar cómodamente al punto de partida en el valle.

No hay comentarios: