domingo, 13 de febrero de 2011

Barrendiola, espejo del Aizkorri

Ahora el topónimo de Barrendiola ha sido trasladado al embalse que sirve de espejo en la naturaleza a la sierra de Aizkorri y proporciona escenario para un agradable recorrido a pie o en bicicleta por toda su circunferencia.
El viajero debe llegar primero a Telleriarte, donde podrá ver edificios singulares como la torre de Elorregi, que eleva su enorme cubo sobre la orilla de un río Urola aún arroyo. Aunque hay carretera para llegar hasta Brinkola vale la pena caminar desde Telleriarte o incluso desde el centro de Lenbur y la ferrería de Mirandaola, discurriendo a la vera del río, contemplando sus caseríos y disfrutando de las huertas.
Cuando se alcanza Brinkola se encuentra uno con un barrio extraño, de casas y caseríos elevados en dos fuertes laderas sobre el regato. Tiene esta configuración porque allí hubo primero huertas y campos, también molinos y se instalaron ferrerías; llegó después el tren y por él viajó el mineral. Pegadito al río en Brinkola está el molino Igeralde, el último que ha funcionado en tierras de Legazpi. Y sobre él un puente nuevo que lleva a la estación.
Esta tuvo gran importancia en el siglo pasado porque fue el puerto ferroviario en el que se cargaba en ferrocarril el mineral que debía transportarse después al puerto de Pasaia. Este mineral se extraía en las minas de Katabera, ubicadas en la falda de Aizkorri; se extrajo allí mineral de calamina y blenda para hacer zinc. Un teleférico llevaba el mineral hasta el alto de Udana, donde era recocido en hornos de calcinación, y después se trasladaba en carros tirados por bueyes hasta la estación de Brinkola.
El embalse de Barrendiola está más arriba, siguiendo el curso del arroyo que va a dar nombre al Urola. Desde Brinkola una carretera sube en poco más de un kilómetro hasta las puertas del embalse.
Por todo su derredor lo circunda una pista de tierra, camino para andarines o para ciclistas de poco esfuerzo, que con poco más de tres kilómetros se puede recorrer en una hora.
Lo acompañan los alisos, también los plátanos, algún roble y por supuesto algunos pinos. En la mitad, en el vértice del camino, baja entre la umbría de avellanos y sauces un saltarín riachuelo que no es otro que el Barrendiola. Después el camino prosigue, infatigable, y cierra el círculo a un mundo de azul.
Son aguas que usaron antes de ser embalsadas los molineros y ferrones, desde Brinkola hasta Mirandaola y hasta Legazpi forjando para la cabecera del Urola una historia de hierro.

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