jueves, 24 de febrero de 2011

Itxina, paisaje de mitos y leyendas

El basajaun tuvo allí su morada, también Mari, la diosa mitológica; fue incluso hogar de los osos y siempre mundo de nieblas y luces sobrecogedoras. Itxina y sus roquedos profundos componen uno de los enclaves más peculiares de la geografía vasca por su ecosistema singular y por sus paisajes increíbles.
Son diversos los caminos que permiten llegar hasta su corazón pero, entre todos, el más singular es sin duda el que cruza la ventana natural de Atxular y atraviesa desde allí hasta las praderías de Arraba, utilizado con frecuencia por los pastores que han ocupado desde antiguo las chabolas de Itxina.
Subiendo la pista que lleva desde Areatza hasta Pagomakurre se disfruta de una panorámica creciente hacia los horizontes de Bizkaia, con el cordal de Anboto presidiendo el paisaje. Al lado contrario, el crestón calizo de Itxina concluye en las agujas de las Atxas y solo permite adivinar en su frente el hueco de Atxular.
Desde Pagomakurre hay que buscar el sendero que arranca frente a la fuente para dirigirse hacia el farallón de Itxina.
Camina llaneando entre cipreses primero, junto a varios grandes tejos después, y luego zigzaguea remontando pendientes a menudo embarradas para llegar a las praderas que recorren la base de la muralla de Itxina junto a la fuente de Atxulaur y al pie de la ventana natural. En un par de trazos remontando la pendiente el sendero penetra bajo la ventana y se adentra en el intrincado roquedo de Itxina. En adelante la atención es necesaria, ya que caminar por el interior de este caos es complicado en días de niebla y por eso no se abandonarán los senderos a menos de ser un experto.
Después de Atxular, el camino avanza un tramo corto hacia el interior y alcanza una encrucijada desde la que se desvía el itinerario que lleva a la cueva de Supelegor. Seguiremos el sendero que gira a la izquierda para avanzar en el mismo sentido del cordal a través de un paisaje retorcido, de pequeñas hayas y espacios pétreos sorprendentes.
Al pie del camino, la sima de Lezabaltz ofrece uno de los muchos puntos de interés reservado a los espeleólogos, que cuentan bajo tierra con un paisaje repleto de simas y galerías.
En una veintena de minutos se llega a las campas despejadas de Landanagusieta, donde se encuentra una de las más antiguas majadas pastoriles de este macizo kárstico, la de Lexardi.
Desde Lexardi el caminito pasa junto a otra vieja chabola de Itxina y sale después al paso de Kargaleku, una hoyada entre las alturas de Gorosteta y Atxajausita que se asoman a las praderías de Arraba desde la altura. Por la izquierda continúa el sendero que desciende directamente hasta Arraba, donde el verde de sus praderas contrasta violentamente con el agreste paisaje que acabamos de cruzar.

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