La fiesta del euskera atraca este año en uno de los principales puertos del Cantábrico. Ondarroa es un lugar donde el mar y el monte, la tradición y la modernidad se encuentran cara a cara formando un rico mosaico de contrastres. Su legado histórico y las más avanzadas infraestructuras sorprenden al visitante que quedará prendado de su fuerte personalidad, dinamismo y sincera hospitalidad. Empezaremos por el puerto. No se puede concebir Ondarroa sin la mar. La dársena ha sido durante siglos albergue de una de las flotas pesqueras más importantes del norte de España. Hoy en día es además la principal vía de comercialización de las capturas de los barcos de bajura.
A escasa distancia se sitúa el mirador de Arrigorri, a cuyos pies se extiende la playa formada justo al abrigo del dique con las peñas de Saturraran al fondo. Desde allí también se divisa la ermita de la Antigua, la primera iglesia de la localidad. Para tomar rumbo al casco viejo, se puede elegir entre uno de los dos puentes que salvan la desembocadura del Artibai y que rivalizan en modernidad y tradición.
El primero, obra de Santiago Calatrava, inaugurado en 1995. A escasa distancia y prácticamente unidos, el conocido como ‘plaiko zubixe’ (de 1927), uno de los cuatro puentes giratorios de hierro que hay en el mundo, construido para que los veraneantes pudieran acceder a la playa.
Al llegar a la Alameda, punto de encuentro de vecinos y amigos, aparecerá onmipresente la iglesia de Andra Mari, magnífico templo gótico tardío erigido sobre una roca. La base se asienta forma una muralla con grandes arcos que antaño eran utilizados como bodegas y amarre de embarcaciones. El templo, uno de los más decoradas de Vizcaya, cuenta a lo largo de su cornisa numerosas gárgolas con motivos humanos y animales donde destacan el cortejo de doce figuras de estilo flamenco con personajes popularmente conocidos como ‘Kortxeleko mamuak’.
A escasa distancia se sitúa el mirador de Arrigorri, a cuyos pies se extiende la playa formada justo al abrigo del dique con las peñas de Saturraran al fondo. Desde allí también se divisa la ermita de la Antigua, la primera iglesia de la localidad. Para tomar rumbo al casco viejo, se puede elegir entre uno de los dos puentes que salvan la desembocadura del Artibai y que rivalizan en modernidad y tradición.
El primero, obra de Santiago Calatrava, inaugurado en 1995. A escasa distancia y prácticamente unidos, el conocido como ‘plaiko zubixe’ (de 1927), uno de los cuatro puentes giratorios de hierro que hay en el mundo, construido para que los veraneantes pudieran acceder a la playa.
Al llegar a la Alameda, punto de encuentro de vecinos y amigos, aparecerá onmipresente la iglesia de Andra Mari, magnífico templo gótico tardío erigido sobre una roca. La base se asienta forma una muralla con grandes arcos que antaño eran utilizados como bodegas y amarre de embarcaciones. El templo, uno de los más decoradas de Vizcaya, cuenta a lo largo de su cornisa numerosas gárgolas con motivos humanos y animales donde destacan el cortejo de doce figuras de estilo flamenco con personajes popularmente conocidos como ‘Kortxeleko mamuak’.
Al bajar hacia la parte antigua, tras caminar por las estrechas y antiguas calles medievales, se llegará al corazón histórico, que se cierra con la Torre Likona. El edificio fue uno de los pocos que se salvaron del incendio provocado por las tropas francesas en 1794, durante la Guerra de la Convención. Construida en el siglo XV, es conocido por ser la cuna de la madre de San Ignacio de Loyola.
Tras descender por unas empinadas escaleras, siguiendo el curso del río en dirección a la mar, pronto nos encontraremos con la antigua cofradía de pescadores, originariamente del siglo XVI y levantada para ofrecer servicios a los pescadores. Pegado a él, una de las construcciones emblemáticas de la localidad, el puente viejo, donde aparece el escudo de la villa con la ballena como principal símbolo.
Reformado y reconstruido en numerosas ocasiones, el puente de piedra, sólo accesible para los peatones, fue el lugar sobre el que se asentó el primer fondeadero y el único acceso para comunicarse con Guipúzcoa. Al atravesarlo, se adentrará en el puerto deportivo, ubicado frente al club de remo, y junto al Humilladero de la Piedad. Bajo los arcos de medio punto de su pórtico, los caminantes hacían un alto en el camino para implorar la protección divina
Tras descender por unas empinadas escaleras, siguiendo el curso del río en dirección a la mar, pronto nos encontraremos con la antigua cofradía de pescadores, originariamente del siglo XVI y levantada para ofrecer servicios a los pescadores. Pegado a él, una de las construcciones emblemáticas de la localidad, el puente viejo, donde aparece el escudo de la villa con la ballena como principal símbolo.
Reformado y reconstruido en numerosas ocasiones, el puente de piedra, sólo accesible para los peatones, fue el lugar sobre el que se asentó el primer fondeadero y el único acceso para comunicarse con Guipúzcoa. Al atravesarlo, se adentrará en el puerto deportivo, ubicado frente al club de remo, y junto al Humilladero de la Piedad. Bajo los arcos de medio punto de su pórtico, los caminantes hacían un alto en el camino para implorar la protección divina
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